Aunque a simple vista pueda parecer un simple aviso, la luz ámbar de un semáforo tiene más importancia de la que muchos creen. De hecho, es una de esas normas básicas que todo buen conductor debe dominar, porque no hacerlo no solo puede salir caro… también puede poner en riesgo la seguridad de todos.
La luz ámbar fija significa detenerse, igual que la roja. Sin embargo, es habitual que surjan dudas: ¿pasa algo si cruzo? ¿Me pueden multar? La respuesta es sí. Según el Reglamento General de Circulación, detenerse es obligatorio siempre que la luz sea ámbar fija, y solo se permitirá continuar si frenar supone un peligro real para el propio conductor o para quienes vienen detrás. Por eso es tan importante anticiparse: cuando el semáforo pasa de verde a ámbar, lo correcto no es pegar un frenazo, sino reducir progresivamente la velocidad para evitar alcances o maniobras bruscas. Tampoco vale acelerar para “escapar” antes de que aparezca el rojo: además de arriesgado, puede considerarse una infracción grave.
La excepción llega cuando la luz es ámbar intermitente. En este caso no es obligatorio detenerse, pero sí extremar la precaución y ceder el paso, especialmente a los peatones que van a cruzar. Es decir, la prioridad sigue siendo la seguridad, tanto propia como del resto de usuarios de la vía.
Saltarse un semáforo, ya sea en rojo o en ámbar fijo, está tipificado como infracción grave y puede llevar aparejada una sanción de 200 euros y la pérdida de cuatro puntos del permiso.
Respetar la señalización luminosa no es solo cuestión de evitar multas: es una forma sencilla y directa de prevenir accidentes que, en muchos casos, se producen por prisas, distracciones o falsas creencias. Conducir con calma, anticipación y criterio es siempre la mejor manera de llegar a destino de forma segura.
