Con la llegada del horario de invierno, los días se acortan y pasamos más tiempo conduciendo de noche. Este simple cambio de una hora puede alterar nuestro reloj biológico y aumentar el riesgo de accidente. Te lo contamos en el artículo de hoy.
Los primeros días después del cambio horario, muchas personas notan cansancio, somnolencia o dificultad para concentrarse. Esa falta de descanso afecta directamente a la conducción: los reflejos se ralentizan, se perciben peor los riesgos y aumenta la probabilidad de sufrir un siniestro. Según la Dirección General de Tráfico, la somnolencia está presente en hasta un 30% de los accidentes. Dormir menos de seis horas puede ser tan peligroso como conducir bajo los efectos del alcohol.
A la falta de sueño se suma la oscuridad. Con menos luz natural, la visibilidad disminuye y la fatiga visual aumenta. Según el RACE, la capacidad visual del conductor se reduce hasta un 20% por la noche, y la percepción de distancias o contrastes se vuelve más difícil. Además, los deslumbramientos son más frecuentes y pueden causar una breve “ceguera” temporal.
Por eso, es recomendable revisar la vista con un oftalmólogo y comprobar que el sistema de iluminación del vehículo funciona correctamente. Una buena salud visual y una iluminación adecuada son esenciales para la seguridad vial.
En definitiva, el cambio de hora no solo altera nuestra rutina, también modifica las condiciones en las que conducimos. Dormir bien, mantener una visión en buen estado y adaptar nuestra conducción a las nuevas horas de luz y oscuridad son claves para seguir circulando con seguridad.
