Para muchos conductores, el primer trayecto del día empieza casi automáticamente: salir de casa, tomarse un café (si da tiempo), subirse al coche y arrancar rumbo al trabajo o a las clases. Sin embargo, conducir recién levantado requiere más atención de lo que parece. El cuerpo y la mente aún se están despertando, y factores como la somnolencia residual, la rigidez muscular o la falta de concentración pueden aumentar el riesgo de accidente.
Al levantarte, tu ritmo circadiano todavía no está del todo activo. Esto significa que tus reflejos pueden estar más lentos y tu capacidad de reacción reducida. Estudios de la DGT muestran que los accidentes de primera hora de la mañana representan un porcentaje significativo de siniestros, especialmente en trayectos cortos donde los conductores subestiman el riesgo. Para empezar el día con seguridad, es importante no subestimar la preparación previa. Tomarse unos minutos para estiramientos suaves, una ducha revitalizante o incluso un desayuno ligero ayuda a activar la circulación y mejorar la concentración. Además, comprobar que todos los sistemas del coche funcionan correctamente como por ejemplo, luces, frenos o limpiaparabrisas, es un hábito esencial antes de arrancar. En carretera, adapta la conducción a tu estado. Evita acelerones bruscos, mantén distancia de seguridad y modera la velocidad. Si notas somnolencia o pesadez, lo más sensato es detenerte unos minutos, tomar aire fresco o un café antes de continuar. Y es que, un trayecto corto puede ser peligroso si no estamos alerta. En definitiva, conducir recién levantado no es solo cuestión de hábitos al volante, sino de preparación personal. Unos minutos de cuidado antes de arrancar pueden marcar la diferencia entre un trayecto seguro y un susto innecesario. La clave está en escuchar al cuerpo, activar la mente y conducir siempre con precaución desde el primer momento.
