Seguro que más de una vez te has encontrado conduciendo por una carretera secundaria y, de repente, al llegar a una pequeña cuesta, la visibilidad se reduce por completo. Ese punto es lo que conocemos como cambio de rasante. Si tienes dudas sobre cómo enfrentarte a ella y los peligros que tiene, en este artículo te resolvemos todas las dudas. Un cambio de rasante es un tramo donde la vía se eleva o desciende hasta el punto de ocultar lo que hay delante. Aunque parezca un detalle menor, es uno de los escenarios más peligrosos en carretera porque limita por completo la anticipación del conductor. Un cambio de rasante puede esconder un coche detenido, un ciclista, un peatón cruzando o incluso un obstáculo en la calzada. El problema es que cuando recuperamos la visibilidad, puede ser demasiado tarde para reaccionar si circulamos rápido o realizamos una maniobra indebida, como adelantar. Por eso, la norma es clara: en un cambio de rasante está totalmente prohibido adelantar, ya que la falta de visión convierte esa acción en un riesgo extremo. Entonces, ¿cómo debemos afrontarlos? Lo primero es moderar la velocidad antes de llegar al punto en el que se pierde visibilidad. Así ganamos tiempo de reacción ante cualquier imprevisto. También es importante mantener la trayectoria y no invadir el carril contrario, aunque pensemos que está libre. Y, por supuesto, extremar la precaución si las condiciones no acompañan, como con lluvia, niebla o de noche. Los cambios de rasante están señalizados con la correspondiente señal triangular de peligro. Respetarla y adaptar nuestra conducción es clave para evitar accidentes. Recuerda: conducir no es solo manejar el vehículo a la perfección, también es anticiparse a lo que no vemos. En definitiva, un cambio de rasante no es un obstáculo en sí mismo, pero sí una trampa para quien no lo respeta. Adelantar, distraerse o confiarse en estos puntos puede salir muy caro. La mejor manera de afrontarlos siempre será con calma, atención y prudencia.