Las fiestas son sinónimo de reencuentros, celebraciones y muchos kilómetros en carretera. En estas fechas aumentan los desplazamientos y, con ellos, los imprevistos: atascos interminables, lluvia, frío, niebla o incluso nevadas que pueden complicar un viaje que, en condiciones normales, sería sencillo. Por eso, más que nunca, la clave está en la prevención y en la calma.
Antes de salir, conviene informarse del estado de las carreteras y de la previsión meteorológica. Un pequeño gesto que puede evitar largas esperas o situaciones de riesgo. Revisar el vehículo también es fundamental: neumáticos en buen estado, niveles correctos, luces funcionando y el depósito con suficiente combustible. En invierno, cualquier retención puede alargarse más de lo esperado y es importante estar preparado. Durante el viaje, la paciencia se convierte en la mejor aliada. Los atascos son frecuentes en entradas y salidas de ciudades, y forzar adelantamientos o cambiar constantemente de carril solo aumenta el riesgo y el estrés. Mantener la distancia de seguridad, adaptar la velocidad al estado del asfalto y anticiparse a lo que ocurre delante permite reaccionar con más margen, especialmente si llueve o la calzada está fría y resbaladiza. El frío y las condiciones adversas también influyen en el conductor. Conducir con ropa demasiado voluminosa, sin visibilidad correcta o con las lunas empañadas resta capacidad de reacción. Ajustar bien la calefacción, ventilar el habitáculo y asegurarse de ver con claridad es tan importante como manejar bien el volante. Y, por encima de todo, hay que recordar algo esencial: no merece la pena correr. Llegar unos minutos antes nunca compensa un susto en la carretera. Las prisas, el cansancio acumulado y la presión por “llegar ya” son una combinación peligrosa, especialmente en trayectos largos o nocturnos. Si hace falta parar, se para. Si el tiempo empeora, se adapta la conducción. Las fiestas están para disfrutarlas y compartir tiempo con los nuestros, no para lamentar imprevistos evitables. Con planificación, cabeza y una actitud responsable al volante, el mejor regalo es llegar bien a casa y sentarse a la mesa con tranquilidad. Porque en carretera, el verdadero destino siempre es volver seguros.
